Hace muchos años leí por primera vez sobre el concepto de guerra meteorológica. De hecho, estaba acompañado dicho concepto, por el de guerra geológica. Había oído de la guerra química y de la guerra biológica, pero no de formas de guerra tan sigilosas, al mismo tiempo que desmesuradas. El país lo suficientemente avanzado para causar un daño semejante, de esa forma a otro, tendría una serie de excusas perfectas para declararse inocente. Hasta parece irracional esa posibilidad. Debo decir que esos conceptos los encontré en un libro sobre la cultura, que tocaba tangencialmente el tema de la guerra de Vietnam, escrito por el académico chileno Armando Mattelart.

Desde aquel entonces, cada vez que leo, veo o escucho de desgracias tectónicas o meteorológicas, como la que acaba de azotar el estado mexicano de Guerrero, pienso en aquellas palabras.

Es muy sorprendente el avance de la ciencia y de la tecnología en nuestro tiempo. Se está manipulando de manera directa el ADN vegetal y animal. Los nanocientíficos están armando, prácticamente átomo por átomo, nuevas sustancias.

Nada menos que la teoría cosmológica que había reunido mayor evidencia, la que tenía mayor aceptación, la teoría del Big Bang, hoy está siendo revisada hastas sus cimientos, ante las observaciones que permite realizar el telescopio espacial James Webb, en zonas del espacio tan remotas y antiguas que exceden -por mucho- a la edad previamente estimada del universo. Más recientemente, ha tomado fuerza la idea de que todo nuestro universo podría ser, simplemente, el agujero negro de otro.

Las preguntas se agolpan en mi cabeza. ¿Cómo y por qué una tormenta tropical subió de intensidad en tan poco tiempo, se habla de pocas horas, por toda la escala de Saffir-Simpson, hasta alcanzar el nivel de mayor destructividad? ¿Cambió de trayectoria el meteoro, y en ese caso, por qué? ¿Qué es lo que desconcierta tanto a los científicos de estos hechos? He leído que, por ejemplo, uno de los huracanes más devastadores que han tocado norteamericana, Katrina, avanzó gradualmente hacia la costa y que había una cierta preparación para los vientos y precipitaciones que acompañaron al huracán, pues la evolución de su intensidad pudo tomar días, no horas. También leí que la corrupción, en aquel país, había implicado la no realización de ciertas obras hidráulicas, que habrían reducido en alguna medida el daño devastador y la inundación que dejó ese huracán. Muchos huracanes han afectado ambas costas de México y muchos han sido sumamente destructivos. Paulina, Karl, entre los que recuerdo. Aunque hay planes de contigencia y de respuesta ante el riesgo natural, ya vimos que falta aún más preparación, más información, más vigilancia meteorológica, volcánica y sísmica.

Siendo México un país azotado anualmente por uno o más huracanes, me sorprende que se observara evolucionar a Otis y no se advirtiera a tiempo el enorme impacto que tendría en la costa de Guerrero, y principalmente en una zona tan poblada como Acapulco.

¿Por qué pasó ésto?

Advierto que la situación mundial es sumanente delicada. Ayer la Organización de Naciones Unidas emitió una declaración para que cese el fuego de inmediato en Gaza y para que se brinde ayuda humanitaria al pueblo palestino asediado, que trata de rescatar a los suyos de entre los escombros que resultan de los constantes bombardeos de Israel. Con el voto de Estados Unidos y el de Israel en contra de esa resolución, y con dos grandes portaviones estadounidenses estacionados en las inmediaciones, a esta hora los bomberdeos israelíes han continuado, incluso se han recrudecido. La ONU y sus resoluciones adoptadas por mayoría, parece pintada, inexistente. Los pueblos del mundo queremos la paz, queremos construir y producir los bienes y servicios que necesitamos sin desórdenes, sin guerras. Queremos un mundo sin genocidios. Y pasa ésto…

Pienso en que México votó a favor del cese al fuego, pero también que desde antes pidió que se detuvieran las hostilidades, sin ponerse al lado de Israel como, evidentemente, lo estaban esperando.

Pienso en Hawaii y los devastadores incendios que acaban de padecer.

Pienso en el virus COVID, en los laboratorios ucranianos donde aparentemente se manipulaban enfermedades mortales, pienso en la rivalidad económica y tecnológica entre China y Estados Unidos.

Hace mucho tiempo también descubrí que en casi cualquier evento que involucra a sociedades, como este devastador huracán, cabe preguntarse ¿alguien se beneficia? ¿Quién se beneficia, cómo y por qué?

¿Es posible técnicamente acelerar el desarrollo de un huracán, de alguna manera? ¿Con conocimientos suficientes de la corteza terrestre es posible manipular y dirigir la fuerza o los efectos de los terremotos, acelerar o retardar erupciones volcánicas?

Sí es así ¿eventos que causan pérdidas de vidas humanas y cuantiosos daños económicos, pueden convenirle o interesarle a algún país, o grupo económico, político, o militar?

Pienso en la desaparición de estudiantes normalistas en ese mismo estado, Guerrero. Pienso en las minas extranjeras de oro que explotan ese lugar.

Me sorprende que en tan pocas horas Otis haya alcanzado su máxima destructividad. Esperaban una tormenta tropical más. Señalan al cambio climático como responsable de ese fenómeno, y advierten que habrá más, más huracanes como Otis, igualmente destructivos, porque hemos alterado el balance energético de la atmósfera, del océano, de todo el planeta.

Tal vez mis preguntas se quedarán sin respuestas, pero me siento obligado a compartirlas.

¿Por qué las alertas dadas por la Organización Meteorológica Mundial son tan alarmantes? (Video)

Conspiración climática ¿la guerra que viene? (Video)

¿Qué es y cuál es la conspiración del Proyecto HAARP? (Video)