El encabezado de esta entrada lo dice todo.

Cegados por una fe y un optimismo desmedidos por la tecnología blockchain y sus pregonadas bondades y seguridades, a prueba de desfalcos, millones de inversionistas de cibermonedas, depositaron su confianza en diversas redes de intercambios de ellas, FTX. Ello, sin percatarse de que detrás de la fachada de aparente anonimato y rigor matemático del sitio, personas de escasa honorabilidad hicieron uso personal de los multimillonarios recursos y hoy se habla de que andan buscando refugio en algún país que no admita las peticiones de extradición.

Este ha resultado ser como el caso de Julian Assange, pero justo al revés. A él se le persigue por divulgar información incómoda para el gobierno de los EUA. A los directores de FTX se les persigue por ocultar la verdad sobre el uso de los fondos en criptomonedas, debajo de nombres, muchas veces desconcertantes, como PEOPLE, Ripple, Doge, y un interminable etcétera. Se estima que hay alrededor de diez mil cibermonedas distintas, circulando en este momento a través de las redes, entre los monederos (digitales) de los interesados.

Por el momento, el sitio de trading o intercambio se ha declarado en bancarrota y se habla de pérdida de activos por cientos de millones de dólares en cibermonedas equivalentes, ello aúnado a la pérdida de valor del Bitcoin, que venía ocurriendo durante meses y lo ha llevado a niveles de algunos años atrás.

Ya se verá, si este descalabro de la tecnología de blockchain, que ha llevado a la pérdida de fortunas considerables y de paso implica la destrucción de empresas, pérdida de empleos y seguramente daños a partes funcionales del tejido social, tiene una solución que logre minimizar los daños.

Uno de los atractivos más grandes del dinero digital es que se basa en el cálculo matemático, a diferencia del dinero fiat cuyo respaldo es -dicen los que saben- nada. Otro atractivo era la inalterabilidad del libro maestro o ledger donde se inscriben todas y cada una de las operaciones sin posibilidad de alteración. No obstante lo anterior, el contexto de las operaciones con cibermonedas aún no cuenta con la legislación suficiente. Países enteros que han apostado a la tecnología del dinero digital enfrentan ahora problemas por lo que está sucediendo. No podemos olvidar la apuesta por el Bitcoin del gobierno de Puerto Rico, que ya tiene un año en ejercicio.

Parece que las firmas más afectadas por el casi FTX son empresas relacionadas con el deporte y otro sitio de intercambios denominado Binance, una plataforma de intercambio donde se realizan millones de transacciones con cibermonedas cada día. No estamos hablamos necesariamente de que participan grandes corredores de bolsa sino antes bien de tecnoentusiastas que apostaban -o apuestan- a una recuperación y expansión del Bitcoin, y de Ethereum, y que ahora ven como todo mundo se refugia en stablecoins, o en el dinero fíat, en el oro, o en salva sea la cosa, con desconfianza creciente en el sistema financiero alterno, en franca competencia y desafío a las redes controladas por NASDAQ, Wall Street y las bolsas de las metrópolis del mundo, y que parecía preñada de inclusión, igualdad e incorruptibilidad, ante la dictadura de las instituciones financieras, siempre ganadoras, trátese de las risibles tasas de interés para los ahorradores, los altos intereses que cobran por el crédito que otorgan.

¿Otras finanzas, otra banca, son posibles? ¿Pervivirán islotes económicos de racionalidad económica, que no se verán afectados por este escándalo, es decir, todavía habrá esperanza en la promesa de la LEDGER y la Prueba de Trabajo, Prueba de Participación? Esperemos que sí, mientras cruzamos la cifra de ocho mil millones de espíritus sobre la Tierra.