Las sociedades se desarrollan en torno a necesidades y la búsqueda de satisfactores de dichas necesidades, que se presentan en su medio ambiente o son creados por los grupos humanos con tal motivo.

Las sociedades se establecen en sitios donde están presentes ríos, lagos o mares, para satisfacer el acceso al agua, o bien laderas y/o vastas planicies con lluvias regulares, adonde establecer zonas de cultivos o áreas de pastoreo, también se adentran en las formaciones rocosas y en el subsuelo, en busca de energéticos y toda clase de minerales, etcétera.

Por otro lado, las necesidades de información y sus satisfactores, se materializan como una memoria extra-somática, que conserva codificada la experiencia, la memoria y el saber-hacer de la sociedad. Este portento es posible gracias a la escritura, en códices y libros y, más recientemente, en forma electrónica binaria. Todos estos recursos se depositan en bibliotecas, adonde generaciones sucesivas de personas pueden acudir, para resolver problemas (o plantear nuevos problemas) de la más diversa índole.

La biblioteca, tradicionalmente, y ahora también la red de redes, Internet, constituye puntos de referencia y de consulta obligada, para obtener los conocimientos y la información que demanda nuestra complicada vida civilizada. Las bibliotecas se encuentran en la base de la enseñanza, el aprendizaje y la investigación para toda la vida.

Las bibliotecas preservan infinidad de recursos documentales y los ponen en circulación, reutilizando así un número indeterminado de ocasiones, los mismos recursos, procurando su buen uso y cuidado, brindando beneficios extendidos a sus usuarios. En tal sentido es consustancial a la biblioteca una buena práctica sustentable: la reutilización.

Las bibliotecas privadas o personales, por insuficiencia de recursos, deben optar por ser muy selectivas y por su extensión, resultan generalmente limitadas y pequeñas. Las bibliotecas escolares, públicas y académicas, como inversión cuidadosa de las organizaciones, los gobiernos y las empresas, representan una inversión creciente y abundante, que maximiza sus beneficios en función de su extensión, su riqueza informativa y -en general- de la calidad de los recursos de información adquiridos y preservados, en atención a la comunidad a la que sirven.

Aún en la academia, y menos aún en el ámbito administrativo, no está claramente establecida la idea de que la riqueza de las colecciones bibliográficas y de la implementación de políticas inteligentes de selección de recursos documentales (en revisión permanente, además), potencian en demasía la capacidad de los docentes y los estudiantes para la enseñanza, el aprendizaje y la investigación.

En un escenario de restricciones económicas, la inversión en bibliotecas debe tener en cuenta un amplio espectro de necesidades formativas, de actualización y de referencia para la resolución de problemas y para la formación de profesionales competentes en los más diversos campos.

En tal sentido, la biblioteca que atesora tales recursos, representa un capital intelectual creciente. A medida que la biblioteca adquiere nuevas obras y recibe donaciones de usuarios generosos y conscientes, amasa un caudal que va en aumento. Una biblioteca física no puede crecer indefinidamente, aunque dicho proceso sea lento o paulatino. Muchas veces, las bibliotecas deben descartar ciertas obras cuyo contenido ha caducado o envejecido, cuidándose al mismo tiempo de preservar los mejores ejemplos de dichas obras, para consulta futura.

La biblioteca es, por todo lo anterior, una inversión social inteligente, un ejemplo de acción cooperativa y solidaria, no sólo de unos individuos con otros -de una misma generación- sino que, sobre todo, es un gesto solidario dirigido en gran medida al porvenir, y que será útil idealmente para muchas generaciones futuras.

Estudios realizados en algunos países (como Estados Unidos y Canadá), refieren que la inversión realizada en las bibliotecas públicas y académicas, cuando menos retorna a la sociedad duplicada, en términos de los beneficios que reciben los miembros de dicha sociedad, al poder informarse, y adquirir conocimientos para tomar mejores decisiones, que repercuten en la actividad económica, social, cultural y política.

Eso ocurre aún en la situación menos favorable. Pero, en otros casos, el beneficio se maximiza, hasta quintuplicarse. Así, por cada peso (o dólar) invertido en una biblioteca, progresivamente y con el transcurso del tiempo, la sociedad recibe cinco pesos (o dólares) en beneficios.

La mayoría de las inversiones realizadas por los gobiernos en agricultura, manufactura, educación, salud, infraestructura, generan un retorno de inversión positivo a la larga. Pero una inversión con retorno siempre positivo es la inversión en educación y en el acceso a la información, el conocimiento y la cultura, a través de las bibliotecas.

Lo anterior, permite subrayar el papel central de las bibliotecas en una economía circular de la información y el conocimiento, donde los ciudadanos se inician como lectores y consultores esporádicos hasta que, finalmente han abrevado en el saber y en su propia experiencia, y se pueden convertir en autores, es decir creadores de nuevos documentos.

El carácter de servicio de la biblioteca, la oferta de sus repositorios aparentemente inagotables de referencias a obras -que se localizan incluso en otros puntos de la esfera terrestre- y la posibilidad de consultar toda esa información diseminada en miles de millones de documentos, a través de buscadores de la red como Google, Bing y la capacidad de recuperación de dicha información potenciada por la inteligencia artificial, como ChatGPT, convierten a las bibliotecas públicas y académicas junto con la inteligencia artificial, en verdaderos polos de distribución social del saber, para promover el acceso inteligente a la información, a muy bajo costo, tan bajo quizás como no se había presentado nunca antes en la historia.

Solamente cabe hacer -en este punto- la advertencia de que la inteligencia artificial, aunque es sorprendente en su estado actual, todavía es susceptible de importantes mejoras, sobre todo en lo que se refiere a los sesgos ideológicos y a la falsificación de información, en la que sus programadores y creadores no le han evitado del todo caer.

Explicitar, o sea, hacer visibles socialmente, los términos del desarrollo, así como los riesgos y beneficios de la inteligencia artificial, es una tarea que debe ir acompañada de la necesaria revaloración de los documentos impresos, y concretos, presentes en las bibliotecas físicas. Lo anterior, nos mueve a afirmar que las bibliotecas son agentes rentables y sustentables cada vez más necesarios, y que lo serán aún por mucho tiempo.